Después de este brote y hasta que no se desarrolle una vacuna inocua y efectiva, el COVID–19 podría volver año tras año, como ocurre con la influenza estacional y otras enfermedades


La pandemia de COVID–19 continúa su curso y mientras la mayoría de países europeos han experimentado una reducción en los casos confirmados y decesos, el continente americano vive las jornadas de mayor transmisión del coronavirus.

El virus que surgió en China ya suma 4 millones y medio de contagios y más de 300 mil víctimas fatales y aunque en la mayoría de casos la infección provocada por el SARS-CoV-2 acarrea síntomas leves que no requieren hospitalización, el COVID–19 ha demostrado ser especialmente agresivo en adultos mayores, fumadores, personas con enfermedades crónicas e inmunodeficiencia.

¿El COVID–19 llegó para quedarse?

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Aunque al principio de la pandemia algunas estimaciones de organismos de salud y científicos coincidían en que el nuevo coronavirus podría desaparecer tal y como ocurrió con sus manifestaciones anteriores o el AH1N1, la Organización Mundial de la Salud ha alertado en conferencia de prensa que la probabilidad de que el COVID–19 se mantenga activo y forme parte de nuestra vida cotidiana como ocurre con otros virus, es real.

Según Michael Ryan, Director Ejecutivo del Programa de Emergencias de la OMS:

«Quizá este virus se convierta en otro virus endémico en nuestras comunidades y tal vez nunca desparezca. El VIH nunca se fue, pero lo asumimos y encontramos las terapias y los métodos de prevención y la gente no se siente asustada como lo estuvo antes. Hoy ofrecemos vidas longevas y largas a las personas con VIH… no estoy comparando las dos enfermedades, pero es importante ser realistas».

Lejos del drama y el pánico, la declaración de Michael Ryan apunta a que el nuevo COVID–19 se convertirá en una enfermedad estacional, cuyos casos aumentan con la temporada de frío año tras año, tal y como ocurre con el virus de la influenza. Esta declaración llega inmediatamente después que los países más golpeados en Europa por la pandemia, como Francia, España e Italia, comenzaran una desescalada en el aislamiento social que vivieron durante casi dos meses.

El largo camino para encontrar una vacuna

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El brote de COVID–19 que se expandió a la mayoría del globo ha provocado la aceleración de organismos de salud, universidades y farmacéuticas en la búsqueda y el desarrollo de una vacuna segura, inocua y efectiva que ponga fin a la pandemia que inició a finales de 2019 y logre neutralizar el virus.

No obstante, expertos aseguran que la probabilidad de que esta inmunización consiga aprobar todas las fases de desarrollo exitosamente en el corto plazo es prácticamente nula.

La esperanza está puesta en que alguno de los centenares de prototipos en desarrollo pueda estar lista para distribuirse en un año como mínimo; sin embargo, la OMS ha pedido cautela máxima a las autoridades sanitarias para organizar el regreso a las actividades cotidianas, con la intención de evitar un segundo brote de COVID–19, cuyas consecuencias de salud y económicas serían aún más devastadoras.

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«No creo que nadie pueda predecir con exactitud si este virus desaparecerá. Tenemos esperanza en encontrar una vacuna muy efectiva que podamos distribuir a cualquiera que la necesite», afirmó Ryan.

Por ahora, especialistas de todo el mundo prueban distintos tratamientos mientras conocemos más del virus que hace apenas medio año era inédito para la ciencia. Una de las terapias más prometedoras es la de plasma convaleciente, que grosso modo consiste en transferir sangre de una persona curada de COVID–19 a un paciente en estado crítico.

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