Sí: el cardio te hace quemar calorías, pero si quieres dar el siguiente paso para evitar la flacidez y tener músculos sanos, tienes que entrenar tu fuerza al menos dos veces a la semana


La falta de buenos hábitos alimenticios y seguir un estilo de vida sedentario nos ha llevado a ocupar el primer lugar mundial en obesidad y diabetes.

De ahí la necesidad de tomar acciones para vivir saludablemente, como entrenar la fuerza. Para entender mejor lo que esto implica, te pondremos un ejemplo: si una persona realiza únicamente actividad aeróbica para perder peso, tendrá un gasto aproximado de 300 calorías por hora; inclusive puede que su ritmo metabólico se mantenga acelerado, utilizando más calorías durante las siguientes horas.

Sin embargo, a la larga, con este tipo de entrenamiento y una dieta baja en calorías, su organismo utilizará proteínas de los músculos como energía para realizar el ejercicio, o para el mantenimiento de sus funciones corporales, lo que directamente la llevará a tener menor porcentaje de músculo ocasionado por dicho desgaste. Por lo que, aunque quizá esa persona luzca delgada, estará flácida, con un posterior efecto de rebote.

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Y es que como el músculo es un excelente tejido que quema energía todo el tiempo, el ritmo metabólico de esa persona con bajo porcentaje muscular no quemará  la grasa con la misma eficiencia con la que lo hace un cuerpo con un porcentaje de músculo mayor.

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Además, el ritmo metabólico (la velocidad de las reacciones químicas en tu organismo) disminuye conforme aumenta la edad, por lo que resulta muy importante mantener un entrenamiento en el gimnasio para conservar o aumentar los músculos, disminuyendo así los cambios negativos de las funciones fisiológicas relacionadas con el avance de los años.

Beneficios de entrenar la fuerza

El entrenamiento de fuerza mejora la densidad ósea según demuestran diversas investigaciones, por lo que entrenar con sobrecarga también resulta fundamental para evitar la osteoporosis, especialmente en personas de la tercera edad.

En cuanto a los cartílagos, tendones y ligamentos, se ha comprobado que el desarrollo óptimo de la fuerza requiere cargas e intensidades que progresivamente aumentan la tensión o el estímulo de entrenamiento, esencial para la integridad, estabilidad y prevención de lesiones en las articulaciones.

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Es muy benéfico para las personas con síndrome metabólico o con diabetes, dado que al aumentar el tamaño del músculo, con el entrenamiento de fuerza se están formando nuevas fibrillas musculares y tejido, que forman receptores para la insulina, favoreciendo el control de la glucemia.

Reduce el riesgo cardiovascular. Cuando el entrenamiento con fuerza está incorporado a un programa completo de fitness (que incluye actividades aeróbicas y trabajo de flexibilidad), reduce la presencia de los factores de riesgo asociados con la enfermedad cardiovascular, con la diabetes no-insulinodependiente y con el cáncer de colon; facilita la pérdida y/o el control del peso, mejora la estabilidad dinámica y conserva la capacidad funcional motriz, y fomenta el bienestar psicológico.

Ayuda a controlar el estrés. Y es que además de desarrolla la fuerza máxima y la resistencia muscular, ayuda a que los músculos se recuperen de la tensión física de la vida diaria.  

Investigaciones científicas han confirmado que el entrenamiento de la fuerza no solo aumenta la capacidad para ejercitarte, sino que, con un entrenamiento adecuado, ayuda al desarrollo de la velocidad y la potencia en los deportistas, por lo que se desecha la teoría de que cuando alguien practica pesas, se hace más torpe y lento.