La obsesión por construir un cuerpo musculoso y atlético puede llevarte a extremos muy peligrosos. ¿Podrías tenerla?
Se llama vigorexia. Y es una auténtica enfermedad. Como la anorexia, se clasifica entre los trastornos de dismorfofobia corporal, es decir, aquellos en que la imagen que una persona tiene de su cuerpo está distorsionada: se ven gordos aunque estén delgados. Y por lo tanto dejan de comer (anorexia), o se ven delgados aunque estén fornidos, que es el caso que nos ocupa.
¿Qué es vigorexia?
La vigorexia es “un sentimiento subjetivo de fealdad o defecto físico que el paciente cree que es evidente para los demás, aunque su aspecto esté dentro de los límites de la normalidad”. También se le conoce como “el complejo de Adonis”, en relación a aquel ser mitológico que era considerado, por las mismas diosas, el hombre más bello del mundo.
Causas de la vigorexia
Como en el caso de la anorexia, los patrones estéticos de la sociedad actual tienen mucho que ver en el desarrollo de la vigorexia, enfermedad que afecta mayormente a los hombres, pero que también hace estragos entre algunas mujeres. La obsesión por llegar a tener un cuerpo musculoso y bien definido puede comenzar como una cuestión de simple vanidad.
Tenemos, por ejemplo, a un sujeto cuya autoestima no es muy saludable que digamos. O que le presta más atención de la necesaria a su imagen corporal. Ese individuo es bombardeado diariamente por imágenes de la supuesta belleza masculina ideal: hombres con los músculos perfectamente desarrollados, que proyectan una impresión de fuerza y virilidad. Hombres que son modelos, que reciben reconocimiento social, que, según los cánones, son atractivos.
Falta de autoestima
Si nuestro sujeto es inseguro de sí mismo, se sentirá acomplejado ante estos verdaderos súper héroes y querrá imitarlos. Si, por el contrario, está algo obsesionado con verse bien, adoptará el modelo y querrá superarlo.
Y aquí se presenta un fenómeno que puede ser algo complicado. Si el sujeto presenta tendencias obsesivas, o si padece de un desequilibrio en los neurotransmisores del sistema nervioso central, especialmente de la serotonina (que es importante en la regulación del humor, la sensación de bienestar, el control de la ansiedad y el dolor, el sueño, la conducta alimentaria y sexual, entre otras muchas cosas y cuyo desajuste puede ser culpable también de la depresión), entonces tenemos un caldo de cultivo excelente para que se desarrolle una vigorexia que, si no se reconoce y se trata a tiempo, puede ocasionar desastrosos, incluso fatales, resultados.
Vigorexia: síntomas
Existen signos y síntomas bien identificados para este padecimiento. Tú puedes tener un trastorno de vigorexia si:
Te preocupas excesivamente por la forma y el aspecto de tu cuerpo
El espejo te dice que te ves enclenque, pero el resto de la gente opina que estás bien
Te pasas horas y horas en el gimnasio y llegas muchas veces a la extenuación
Te pesas y te mides constantemente, para registrar la mínima variación en tu cuerpo
Te pones metas físicas cada vez más exigentes
Continuamente estás checando tu imagen en los espejos para comprobar que estás bien
No importa lo que hagas, tu aspecto jamás te satisface y en ocasiones te desalienta
Tus horas en el gimnasio o tu actividad física comienzan a interferir en tus relaciones personales, en tu trabajo o en tus planes
Tomas todo lo que te recomiendan para adquirir tono físico, fuerza, energía y rendimiento
Comienzas a aislarte porque tu cuerpo se ha vuelto, para ti, la máxima prioridad
Consumes sustancias como anabólicos esteroides u hormonas, aun cuando ningún médico te las haya recetado
Te vuelves tremendamente exigente con respecto al corte de tu ropa
Te obsesionas con el consumo de proteínas y te impones una dieta demasiado baja en otros elementos, como grasas
Piensas en tu cuerpo la mayor parte del tiempo
Te metes largas horas a Internet para averiguar cómo mejorar tu aspecto físico, haciendo a un lado tu trabajo y tus obligaciones
Consecuencias de la vigorexia
Trastornos metabólicos
Trastornos cardiovasculares por esfuerzo, que pueden llegar incluso al infarto
Lesiones musculares por exceso de ejercicio
Deformaciones óseas por cargar peso excesivo
Crecimiento desproporcionado de los músculos, deformidad
Problemas articulares
Si además consumes esteroides para fomentar el crecimiento de tus músculos, la lista se extiende:
Atrofia testicular, con disminución en la producción de espermatozoides o, en casos graves, infertilidad. Se reduce el tamaño de los testículos
Agrandamiento de la próstata
Disfunción eréctil o disminución del deseo sexual
Ginecomastia (crecimiento de las glándulas mamarias)
Problemas cardiacos
Retención de líquidos, con la consiguiente hinchazón
Disfunción renal
Calambres musculares y tics
Fatiga
Consecuencias psicológicas y sociales de la vigorexia:
Aislamiento
Depresión
Conductas obsesivo-compulsivas
Trastornos de conducta
Irritabilidad
Disminución del rendimiento mental y la productividad
Trastornos del sueño
¿Vale la pena todo esto por tener un cuerpo “modelo” que quizás nunca llegues a conseguir?
Tratamiento para la vigorexia
El primer paso para curar cualquier trastorno de este tipo es, desde luego, aceptar que lo tienes o que puedes estar desarrollándolo. Recuerda que la vigorexia y los trastornos afines precisan de una atención profesional, que suele ser multidisciplinaria. El primer especialista es el psiquiatra (no el psicólogo), quien está facultado para suministrar los medicamentos adecuados en caso de que haya un desajuste neurotransmisor y quien también te ayudará a aceptar tu trastorno y sus causas, para poner en marcha un esquema adecuado de tratamiento.
Quizás sea necesario que consultes también a un nutriólogo, a un endocrinólogo, a un cardiólogo y a un urólogo.
Prevenir la vigorexia
El mejor remedio es, desde luego, la prevención. No tienes que ser como esos modelos de revista o de anuncio de televisión. Está bien hacer ejercicio, comer saludablemente y llevar una vida sin excesos, pero de ahí a querer ser un Adonis, hay un largo, peligroso camino que puede llevarte a ninguna parte.
Lo importante es lo que hay dentro de ti. El hecho de aceptarte a ti mismo tal y como eres, de valorarte como persona y de comprender que, como todos en este mundo, eres un ser humano con virtudes y cualidades, pero que no estás obligado a ser un modelo de perfección.