El hambre es característica de cada animal del planeta. Todos la sentimos y sin embargo, nuestro apetito es diferente: las ganas de comer no se rigen por el mismo horario o por la cantidad de comida a nuestra disposición, es por eso que hay veces en las que podemos pasar horas sin probar un alimento sin sentir hambre, pero cuando la sentimos somos capaces de devorar cualquier cosa que tenemos frente a nosotros.
El apetito varía conforme el desarrollo humano, pues no es lo mismo comer a los 20 que a los 50. Conocer estos cambios y los efectos que tienen en nuestro cuerpo nos ayudará a comprender nuestra relación con la comida, un factor imprescindible para poder mejorar tu salud:
1. Primera etapa (0 a 10 años)
Etapa esencial para el crecimiento humano, es aquí donde se obtienen los hábitos alimenticios que nos regirán para nuestra edad adulta. Es necesario que los padres inculquen el poder de decisión respecto a las porciones de comida, además de no obligar a los niños a acabar su plato y que la hora de comida se desarrolle en un ambiente positivo.
2. Segunda etapa (10 a 20 años)
La adolescencia es característica por un aumento en el apetito impulsado por las hormonas que indican el último cambio a la edad adulta. Este periodo así como la infancia determinará nuestro estilo de vida, ya sea activo, sedentario, atlético o tranquilo.
3. Tercera etapa (20 a 30 años)
En esta etapa ya se definieron muchas cosas, como el estilo de vida y la relación con la comida, es aquí cuando se empieza a tener una estabilidad en el peso, la grasa acumulada en esta etapa será muy complicada de perder mientras más pasa el tiempo.
4. Cuarta etapa (30 a 40 años)
Aquí la vida laboral empieza realmente a afectar el apetito, los horarios de comida y recreación. El estrés puede cambiar la relación con la comida, ya sea comiendo de más por la presión del trabajo o en caso contrario, dejar de comer.
5. Quinta etapa (40 a 50 años)
Aquí el cuerpo ya se acostumbró a todos los cambios realizados en la juventud, por lo que modificar los hábitos alimenticios y de ejercicio resulta todavía más complicado y los estragos de una mala dieta empiezan a mostrarse afectando directamente la salud y mortalidad.
6. Sexta etapa (50 a 60)
Aquí comienza la pérdida progresiva de la masa muscular a través de un fenómeno llamado sarcopenia. En este momento es fundamental tener un estilo de vida activo realizando ejercicio constante y tener una dieta variada para reducir los efectos del envejecimiento.
7. Séptima etapa (60 años en adelante)
Es importante seguir una nutrición adecuada, ya que la vejez conlleva falta de apetito y de hambre, lo que da lugar a una pérdida de peso involuntaria y una mayor fragilidad. La disminución del apetito también puede ser consecuencia de una afección concreta, como, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer.
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Hay que recordar que a lo largo de la vida, el apetito no es sinónimo únicamente de comer, sino que conlleva una experiencia social y cultural, debemos esforzarnos por tratar cada comida como una oportunidad para disfrutar de nuestra alimentación y aprovechar los efectos positivos que el consumo de los alimentos adecuados tiene en nuestra salud.